Se
trata de una acción simple y sencilla que no implica retirar las manos del
volante en ningún momento. Reducimos
la velocidad y avisamos a los demás, no
apartamos la vista de lo que tenemos delante
y mantenemos el control total de nuestro vehículo.
Esta
manera de actuar la recoge el artículo
109.2.c del Reglamento de General de Circulación, donde
establece que; “la intención de inmovilizar el vehículo o de frenar su marcha de
modo considerable (…) deberá advertirse, siempre que sea posible, mediante el
empleo reiterado de las luces de frenado”.
Los
vehículos más modernos incluyen
una función de frenado que encienden
y apagan repetidamente las luces de freno de manera automática, cuando el conductor pisa a fondo el
pedal del freno. Y, cuando se detienen, se encienden automáticamente las luces
de emergencias. Pero si nuestro coche no tiene esta función, debemos pisar
el freno repetidamente para avisar a los demás conductores que nos preceden.
Al reanudar la marcha, aunque la congestión parezca que se
desvanece, tenga mucho cuidado. En esta
situación, nunca acelere bruscamente para recuperar tiempo perdido, el atasco
puede reaparecer pocos kilómetros más adelante. En su lugar, acelere un poco
menos que el vehículo que va delante: esto le ayudará a mantener la separación
y dosificar las frenadas.
Trate de mantener
la vista en varios de los vehículos que
circulan por delante de usted; así podrá anticiparse y reaccionar a tiempo para
evitar situaciones de riesgo y detenciones innecesarias. Y, por supuesto, nunca
pierda de vista al vehículo inmediato.
Observe con regularidad los retrovisores para tomar medidas ante un posible alcance
(advertir con las luces de frenado, aumentar la separación frontal, buscar
escapatorias...).
Y hay que tener presente que los comportamientos agresivos como los cambios bruscos de carril y el abuso del claxon no ayudan y generan nervios en los demás. En un atasco hemos de ser pacientes, practicar la cortesía y el respeto a los demás.
Mientras nos aproximamos a la retención, adaptaremos la
velocidad: dejamos de acelerar y pisamos
el freno aumentando progresivamente la intensidad sobre el pedal. Así consumiremos
menos combustible y evitaremos desgastes prematuros de las piezas del embrague.
Dentro del atasco, usaremos el embrague solo cuando sea
necesario. No conviene mantener el embrague pisado y la marcha engranada:
desgastamos la mecánica de manera innecesaria.
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