domingo, 19 de septiembre de 2021

LA CHICA DE LA CURVA

 

Las leyendas urbanas beben de tradiciones ancestrales y revelan los miedos de la sociedad del momento. “La chica de la curva” es una de esas. Un clásico de las leyendas urbanas que, pese a todos los avances tecnológicos de hoy, pervive en el imaginario colectivo de muchos conductores.


La leyenda se remonta a los años setenta del siglo pasado, aunque  hay quien dice que es mucho más antigua. Al parecer, en la época que no existía el automóvil, la chica paraba a un jinete o al mayoral de un coche de caballos. Según ha ido evolucionando el medio de transporte, ha evolucionado la historia. 

En casi todas las carreteras peligrosas del mundo existe la “chica de la curva”. Casi todos los casos son  leyendas urbanas que pasan de generación en generación y de boca en boca; historia que te cuenta uno al que se la contó su vecino  porque le ocurrió a uno de su pueblo. No hay nada que pueda indicar que todo se deba a una alucinación, a una casualidad, o forme parte de un mito o de una historia de miedo o que sea de verdad.

Una joven cuyo cuerpo y espíritu siguen vagando sin rumbo por las carreteras del país. Durante todos estos años no han faltado los testimonios que dicen haberla visto, pero ninguno ha podido aportar prueba alguna.

Los que han dedicado tiempo  a su estudio concluyen que se trata de una especie de hada madrina, una figura que ha fascinado al hombre desde siempre.

Son muchas las leyendas de personas fallecidas que deambulan por las carreteras, pero esta de la chica de la curva es la que más impacto ha tenido en los conductores que han quedado pasmados y con los nervios de punta, pero este hecho, inexplicable hasta el día de hoy erizan nuestra piel sin poder dar una explicación coherente cuando nos lo cuentan.

En una curva de la carretera que sube a Segura, o en otra tan distante como  las  famosas curvas del Garraf de Barcelona, o en una de la carretera que lleva a Rio Madera, un amigo de un amigo de su vecino asegura haber visto a la joven en una noche cerrada.





La narración que me llegó hace algunos años fue de alguien que afirmaba ser amigo de uno que dijo ser testigo directo. Así me la contó, y así os la cuento:

“Era noche cerrada y empezaba a llover; nuestro testigo acciona el limpiaparabrisas, desconecta la radio y  centra toda su atención en el asfalto que tiene delante y que se difumina cada vez más por el mal funcionamiento de las escobillas del limpia. Tengo que cambiarlas, se dijo a si mismo mientras le  daba una velocidad más rápida al dispositivo.

A medida que avanzaba se notaba más y más tenso. Nunca le había gustado conducir de noche y menos con lluvia. Pero en aquella ocasión no tenía más remedio si quería dormir en casa.

De pronto vio la curva a la derecha, bastante cerrada, o al menos a  él se lo pareció y ya dentro de la misma pisó el freno bastante fuerte. ¡Menos mal!, pensó, y un sudor frio le recorrió todo su cuerpo. Estuvo a punto de salirse de la misma porque llevaba una velocidad excesiva. Ya en línea recta y algo menos tenso conectó las largas y el haz de luz iluminó la calzada. Después de haber recorrido unos pocos kilómetros, en plena recta, le pareció ver una silueta al lado derecho de la calzada. A medida que se acerca, percibe la silueta más nítida; es la de una chica vestida de blanco haciendo autoestop


La imagen que acaba de escudriñar, ya casi a su altura, no encaja dentro de su lógica, pero lo cierto es que un pensamiento de empatía y solidaridad le hizo detenerse una vez que la había rebasado. ¡Pobrecilla! Con esa ropa tan veraniega y sin paraguas se va a poner hecha una sopa en un sitio tan solitario y desolador.

No supo muy bien por qué, pero un impulso le hizo poner  la marcha atrás y recular unos metros, hasta donde estaba ella. Esta abrió la puerta y con semblante apesadumbrado le pidió que si podía acercarla hasta el próximo pueblo. La chica subió y se acomodó en el asiento trasero, el del copiloto estaba ocupado con una bolsa.

Guillermo, que así se llamaba nuestro protagonista, puso la primera y enfiló la carretera con su conciencia tranquila porque creía que estaba actuando correctamente. De haber sido él, en lugar de la chica, le hubiera gustado que así lo hiciera el primer conductor que pasase.

Después de recorridos unos kilómetros, ambos permanecían callados. Pronto llegaron a donde la calzada empezaba a serpentear. Las curvas eran cada vez más pronunciadas y la chica le pidió que redujera la velocidad, que tuviera cuidado, que esas curvas eran peligrosas, que había muchos accidentes y en no pocos casos eran mortales.

 — En la siguiente curva me maté yo en una noche como esta.

Al escuchar semejante afirmación, un frio hiriente le recorre todo el cuerpo  y se percata de lo terrorífico de las palabras de la chica, y casi sin pensar, pisó a fondo el pedal del freno hasta detener el vehículo al inicio de la curva.

—¿A mí me vas a dar consejos…? Soy un conductor excelente, sin ningún accidente en mi historial.

Era la respuesta que iba a soltarle a la chica, pero no pudo articular palabra alguna porque al mirar por el espejo retrovisor interior se percató de que no había ninguna chica en el asiento trasero. Tuvo que girar la cabeza y comprobar que así era.

El terror se apoderó de Guillermo, que tembloroso apartó su automóvil al lado derecho. Se bajó e incompresiblemente rodeó el coche a ver si estaba. Anduvo unos metros por delante y por detrás del vehículo en una absurda busca de la joven,  pero como era de suponer no dio resultado. No había rastro alguno de ella. Se pellizcó la cara por si aquello era un sueño.

Con el susto en el cuerpo reinicio la marcha a una velocidad más lenta de la que era habitual en él. Mientras recorría aquellas curvas pensó en parar en el próximo pueblo, buscar el cuartel de la Guardia Civil y poner el caso en su conocimiento. Pronto lo descartó y se dijo así mismo: Si lo cuento, lo primero que me harán, antes de tomarme declaración,  es la prueba de la alcoholemia. ¿Quién me va a creer?

Puso la cuarta y enfilo la carretera con el deseo de llegar a su casa cuanto antes.

Guardó su secreto durante años por miedo a hacer el ridículo si contaba aquel esperpéntico e inexplicable suceso. Con el tiempo hasta tuvo dudas de si fue real aquello que  le había sucedido;    ¿ fue una aparición o fue una alucinación o aquello nunca le ocurrió?

 Leyenda o no, invención o fantasía hay opiniones para todos los gustos. Lo cierto es que el misterio de la chica de la curva sigue sin ser resuelto. La leyenda se hizo famosa en la década de los setenta del siglo pasado. Desde entonces son muchos los conductores que aseguran haber llevado una joven que deambulaba por la carretera en las frías y oscuras noches de invierno.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo murió la joven. Algunos afirman que había muerto al volcar su automóvil, otros que fue atropellada por un camión cuando iba en su bicicleta; unos la describían rubia y se aparecía con un vestido blanco, otros que morena y vestía de negro. Pero en cualquier caso ha resultado imposible dar con un testigo directo de aquel suceso.

Muchos medios se hicieron eco de la noticia como el vespertino Catalunya Exprés o la revista Blanco y Negro, pero nada se pudo comprobar acerca de la joven que aparecía, especialmente en las carreteras de Majadahonda (Comunidad de Madrid). La leyenda sigue vigente.

¿Leyenda, mito o alucinación? No lo sé, pero quien me lo contó, creía ser cierta. La considero una persona seria equilibrada, culta y poco dicharachera, pero  como él dice, desde que a le contaron  el episodio de “la chica de la curva” se sumó al grupo de  aquellos que dicen que no creen en las brujas, pero que haberlas, haylas. Yo también me sumo.

 











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