Ya lo dijo Einstein: Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Aunque la
verdad de la frase no radica en la autoridad que tiene quien la dice, sino en
lo fácil que es constatar su veracidad a lo largo de la historia.
Aquella sociedad que tanto se sorprendió y alarmó con los
primeros automóviles consideraba que la
mujer no debía conducir un automóvil ni por oficio ni por diversión. Esta actividad,
argumentaban, no es propia de una mujer. Es una tarea sólo para hombres. Un
perjuicio más de tantos que tenía aquella
sociedad de finales de XIX y principios del XX.
El automovilismo era exclusivo de los
hombres, bueno, de algunos hombres, los afortunados económicamente como duques,
marqueses y banqueros. El privilegio del uso del automóvil se lo repartían entre la parte masculina de la
nobleza y la parte masculina de la nueva y poderosa burguesía. La mujer no tenía
cabida en aquel entorno. No obstante algunas,
en verdad pocas porque el automóvil solo era asequible a las grandes fortunas,
fueron abriendo su espacio en el uso del mismo y empezaron a conducir automóviles, y a participar y competir con el hombre en
las pruebas automovilísticas que se convocaban.
Las mujeres que intentaron manejar uno de aquellos automóviles de finales del siglo XIX y principios del
XX representaban un movimiento de
liberación, un espíritu de modernidad y un total desacuerdo con los valores
tradicionales. Hay que decir que la revolución del automóvil viene cuando la
mujer empieza a conducir.
Entre aquellas pocas estaba nuestra veloz infractora, la duquesa
de Uzés. Enviudó después de 10 años de
matrimonio. A partir de entonces fue una
mujer independiente económicamente y socialmente y dirigió su vida y sus hazañas a su antojo.
Murió con 86 años.
Como no la quisieron admitir en aquel círculo
cerrado de hombres que era el Automibile
Club de France, fundó en 1926, salvando todos los obstáculos, el Automóvil
Club de Francia de la Mujer y se convirtió en su presidenta.
Multimillonaria y aristócrata, fue una mujer un tanto peculiar. Practicó,
además del automovilismo, la cinegética,
la música, la poesía, la literatura, la pintura y, en especial, la escultura. Llegó
a ser la presidenta del Sindicato de Pintoras
En un momento de su larga vida, su
activismo político lo volcó hacia la defensa del derecho al sufragio de la
mujer. En la primera guerra mundial
trabajó como enfermera.
Esta curiosa, activa y peculiar mujer fue la primera, junto con Camille du Gast que consiguió obtener, allá por el año 1897, un permiso equivalente a la licencia de
conducir y fue también la primera mujer a la que denunciaron y le impusieron
una multa por exceso de velocidad.
La prensa se hizo eco de tal suceso: La duquesa de Uzés ante el Juzgado. La
inculparon de haber circulado a una velocidad “exagerada” por el bosque de
Boloña con riesgo de producir un accidente. Por tal com`portamiento tuvo que
comparecer ante el tribunal del juzgado presidido por señor
Larroumès, juez de paz del distrito decimosexto de París. La comparencia fue el
17 de julio de 1898 y le fue impuesta una multa de 5 francos.
Aquella
infracción estaba prevista en la ordenanza de 14 de agosto de 1893. Era como el
Código de la Circulación. En su artículo 6 venia a decir:
La autorización (del automóvil) fijará el
máximo de velocidad en Paris y en las afueras de París en función de la eficacia
de su sistema de frenado. Este máximo no deberá exceder de 12 kilómetros por hora en Paris y en lugares habitados. Podrá
circular a 20 kilometros por hora en campo abierto, pero este máximo no podrá
admitirse nada más que en carreteras llanas, largas, con curvas poco pronunciadas
y poco frecuentadas. Estos máximos no
podrán rebasarse nunca. Los conductores de vehículos deberán, ellos mismos, en
cualquier momento reducir las velocidades de marcha por debajo de los máximos
indicados cuando las circunstancias lo pidan.
En verdad, no sé como aquel diligente agente de
tráfico, cumpliendo con su deber, consiguió saber que nuestra conductora
circulaba a velocidad “exagerada”, es decir superando los 12 kilómetros por
hora establecidos.
Quizá realizaba el servicio montado en su bicicleta y,
llegado el momento, persiguió al vehículo a motor, lo alcanzo, lo detuvo y
denunció a su conductora, o quizá, cuando el automóvil paso a su altura apuntó
el numero de su matricula y con posterioridad cumplimento la correspondiente
denuncia. Sea como fuere aquella mujer fue la primera conductora a la que
sancionaron por exceder los 12 kilómetros por hora.
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